“Un taco no es sólo un taco”.
Cada cosa cuenta una historia, solo hay que hacerla hablar. Los tacos tienen mucho que decir. Especialmente porque como “cosa” son particularmente fragmentarios.
Tipos de tacos hay cientos y se están reinventando todo el tiempo; tal vez por eso el chef David Chang y los demás creadores del programa “Ugly Delicious” de Netflix, eligieron a esta “cosa” como tema de reflexión; posiblemente sin planearlo, la volvieron excusa para escribirle una carta de amor a México.
La idea de esta serie es examinar lo cultural y sociológico detrás de distintas grandes comidas. Pero a Chang no le interesa hablar desde un solo lugar.
Un taco no es solo un taco
El episodio dedicado a los tacos de “Ugly Delicious” explora la manera en que esta comida muta sin parar y cómo toca la vida de muchísimas personas.
El resultado de influencias externas
Como dijimos, variedades de tacos hay cientos y, curiosamente, todas son resultado de influencias externas.
El taco al pastor, por ejemplo, se lo debemos a la migración libanesa; también los “tacos arabes” de Puebla. Ni hablar de las fantásticas variaciones de tacos que existen en Estados Unidos.
Llevado por migrantes mexicanos, el taco se ha combinado con cocinas de todo el mundo.
El Secreto
Para un mexicano la respuesta es evidente: la barbacoa es deliciosa. Seguro que Cristina la hace perfecta, pero, ese no es el punto. Seguro su receta es muy especial, pero en México hay miles de recetas “especiales”.
Todos conocemos “el mejor puesto”, todos tenemos una abuela que “hace la mejor”. El secreto es otro: la comida mexicana es deliciosa porque tiene un propósito; una determinación y no es sólo nutrirse, es mostrar algo, es transmitir un mensaje.
Si los “no negociables” de nuestra comida han sobrevivido por tanto tiempo (tortillas hay desde antes de la conquista) es por eso.
Nuestra comida es compleja; hacer barbacoa, por ejemplo, es una friega. Pero la buscamos, la queremos, la compramos o la hacemos. Hacer tortillas también es un proceso tremendo. Pero no van a desaparecer.
Amamos las buenas tortillas, porque además de deliciosas (y nutritivas) tienen un propósito, están ligadas a una forma de vivir.
Y el propósito de esa comida sabe. Por eso no importan las transformaciones: lo diverso no quita lo comunitario.
El ejemplo de Taco Bell (otro restaurante querido tanto por Chang, como por Arellano, aunque no lo creas), es fantástico.
Como dice Arellano: “Ver a un supremacista blanco comiendo comida mexicana; haciendo los tacos parte de lo que es; es una pequeña victoria en sí misma.”
Dice Cristina Martínez que en Estados Unidos “hay una necesidad por esta comida”, la comida con propósito, la comida que, si sigues la historia que te cuenta, darás, eventualmente, con un acto, francamente de cariño.
Tal vez a la tierra, tal vez a quien te enseñó la receta, a quien se la sirves o para quien buscas ganarte un dinerito vendiendo tacos.
En México no podría no ser así, aquí también nos hacen falta momentos para estar juntos.