LO QUE MÉXICO DEBE APRENDER DE LOS RUSOS

Aprendamos algo de Rusia, el cambiar de actitud cambia a la gente.

A no comer en el metro. A no tirar basura.

Aquí en Moscú no hay puestos de garnachas, ni afuera ni adentro del metro. Ni en las calles en general. Tampoco hay basureros. Pero no hay gente comiendo ni tomando refrescos en grandes vasos de unicel, con popote y empacado en una bolsa de plástico. Si a caso, agua pero la mayor parte de las botellas son de vidrio.

El metro de Moscú está impecable. El “ejército” de limpieza del mármol hace recorridos tres veces al día. Mientras que en las calles, pequeños camiones aspiran el polvo y otros rocían agua, lo cual las hace lucir deslumbrantes desde las 5 de la mañana.

Los mexicanos, ¿qué necesidad tenemos de empacarnos el taco grasoso (los tacos, porque siempre son de 4 para arriba) o la torta olorosa de huevo en el metro? Lo peor no es lo desagradable que resulta para el prójimo el aroma a huevo-ejote, sino dejar huella de lo que inevitablemente se cae y lo que cínicamente se tira: la envoltura, la servilleta, la botella vacía.

¿Sabías que el gol de Lozano provocó sismo en México?

Tacos o lo que sea, comer en el metro, en el metrobús o en los lugares públicos que no están destinados para ello, es demostrar poca civilidad. ¿Sería acaso intransigente que el gobierno no permitiera comer en el transporte público? Sin duda, sería mejor para México.

LO QUE MÉXICO DEBE APRENDER DE LOS RUSOS

A cuidar lo “gratis” porque justo, no es gratis. A fomentar un mejor lugar para vivir.

En México no entendemos nada sobre cuidar los lugares públicos, no entendemos que es nuestra casa y que cuidarla es nuestra responsabilidad. Este valemadrismo no es una tontera, es una cosa grave de estar reprobados en civismo, el comportamiento que habla de nuestro respeto por los demás y por las leyes.

Todo se lo dejamos al gobierno:

Que el gobierno limpie, que pinte de nuevo donde se nos ocurre grafitear aunque sea mármol o cantera, que siembre más pasto y más flores en el camellón después de que las pisamos porque qué flojera ir “hasta’llá al paso peatonal”. Que desinfecte la fuente después de que dejamos bañar a nuestros perros porque pobres que hace tanto calor, que recoja las heces también, que siembre más árboles.

Cuando uno visita Moscú se da cuenta que los ciudadanos se están empezando a preocupar mucho más por sus espacios públicos. Un ejemplo es el nuevo parque Zaryadye, adjunto a la Plaza Roja. Hoy Zaryadye es uno de los espacios contemporáneos más importantes de la capital rusa, y ha tenido un costo de 480 millones de dólares.

LO QUE MÉXICO DEBE APRENDER DE LOS RUSOS

A creer más en nosotros mismos. Patriotismo de primer mundo en una economía de tercera.

Mucho se está hablando de la nueva identidad rusa. Si bien el sentimiento patriota estaba por los suelos cuando se perdió el estatus de una de las dos superpotencia del mundo, en diciembre pasado, éste alcanzó un récord histórico, según la encuestadora independiente Levada Center (The Moscow Times).

Se disparó particularmente desde la anexión de Crimea en 2014. Por primera vez, desde la caída de la Unión Soviética, el 64% de los encuestados dijo que los rusos son “una gran nación con un lugar especial en la historia del mundo”. En 1992, solo el 13% pensaba de esta manera.

Interesante que el sentimiento social en apoyo del país se produzca cuando Rusia es una potencia militar pero tiene una economía del tercer mundo. Si bien en 2017 el PIB creció 1.5% a diferencia de la recesión de los dos años anteriores (la peor crisis durante la actual administración), Rusia está lejos del crecimiento de 7% reportado durante los primeros años de Vladimir Putin en el poder.

Rusia no se salva en cuanto a índices de corrupción. Según el más reciente reporte de Transparencia Internacional, la ex Unión Soviética se ubica en la posición 135 de 180 países analizados, al igual que México.

Esta identidad es una “combinación de religión, antiguas tradiciones y un patrotismo redescubierto”, aseguran Nick Schifrin y Zach Fannin en un reporte en colaboración con el Pulitzer Center on Crisis Reporting. La reconstrucción de la Catedral de Cristo Salvador (1995-2000) es un claro ejemplo.

En la actualidad nos parece imposible fomentar el sentido patriota.

Tendríamos que ganar el Mundial o algo milagroso. Pero el enojo y la división es tal que se ve complicado. El sentido patriota es una estrategia de marketing. A pesar de todo lo bueno que tiene nuestra sociedad, no hemos logrado aumentar.

A respetar y honrar al contrincante. Esto es ser honorable.

Por lo menos en los actos deportivos. Ha sido muy interesante observar cómo los rusos no abuchean a su contrincan, lo respetan. Es un claro caso de sociedades más avanzadas que la nuestra. México chifló y abucheó a Alemania antes de comenzar el partido.

Además, gritó el “¡eeeehh puto!”, retrógrada, faltando a las reglas que se habían impuesto para Rusia 2018.

LO QUE MÉXICO DEBE APRENDER DE LOS RUSOS

A ser directos.

¿Cuántas cosas nos ahorraríamos si nos atreviéramos a ser directos con la gente? Así son los rusos, y puede tomarse como una actitud ruda o soberbia cuando eres mexicano, pero al final, se agradece. Ellos explican que no sonríen a un extraño porque no lo conocen, y que no le ven necesidad. A los rusos no les interesa la sonrisa social.

Hay un proverbio ruso que se traduce, más o menos, que ‘reír sin razón es señal de estupidez. Además, en general te encuentras rusos interesados por las conversaciones y los debates filosóficos. De ahí que sea lógico que opinen y hablen si piensan distinto a uno.

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