Los dulces mexicanos como los conocemos hoy día son una colisión entre dos culturas.
Los dulces mexicanos son parte de la cultura mexicana gastronómica con una gama de sabores que ha sabido deleitar todos los sabores. Desde lo salado, lo dulce, picoso y muchas veces combinarlo, y lo ha hecho desde tiempos prehispánicos.
El sabor dulce está presente con platillos milenarios como chiles en nogada, mole, el primero preparado con frutas cristalizadas.
Dulces Precolombinos
El dulce estaba presente desde antes de la llegada de los españoles a México a tierras americanas. Las frutas, y la miel cumplían esa función mientras llegaba el azúcar del continente europeo. También la miel era tan importante en la preparación de alimentos que se refiere en el mito de Quetzalcóatl sobre la creación del hombre.
Especialmente relevante, que los alimentos dulces en Mesoamérica, no sólo eran para alimentación, sino también para el culto. Los mismos eran alimentos elaborados con maíz y miel de abeja que se ofrecían a los dioses en festividades.
Fe religiosa, consumo y comercialización eran las actividades que rodearon a los dulces prehispánicos.
Los productos como el cacahuazintle, el pinole, los tamales dulces y las tostadas son parte de la primera gama de este tipo de productos de origen prehispánico.
Llega el azúcar
La elaboración del azúcar a través del cultivo de caña cambiaría el modo en el que Mesoamérica vivía en un giro de 180 grados. Tanto en su economía, religión, y forma de vivir.
De igual manera, el azúcar y la miel coexistieron, permitiendo así la elaboración de dulces indígenas. En México, se introdujeron dos tipos de azúcares. La primera llamada azúcar negra, también conocida como piloncillo. Y la segunda, llamada azúcar castilla.
El resultado de esta extraña combinación de sabores y colores en los dulces mexicanos es el producto de la imaginación extraordinaria para experimentar con diversos ingredientes. Demuestran la capacidad para crear diversos productos nacionales, poniendo el nombre de México en lo más alto.